Polly' y 'Molly', dos ovejas nacidas en Inglaterra en 1997, fueron las 'primas pequeñas' de la famosa 'Dolly' y los primeros mamíferos clonados cuyos genes se habían modificado. La biología de estas dos gemelas fue manipulada desde antes de su concepción con un propósito médico: producir en su leche una proteína coagulante, que algún día serviría para tratar a pacientes hemofílicos. Fue el preámbulo de una industria que despertó grandes esperanzas y que entonces se denominó 'pharming', una palabra inventada para aunar los conceptos de 'granja' ('farm', en inglés) e industria farmacéutica ('pharmaceutics').
Ian Wilmut, el 'padre' científico de 'Dolly' y sus sucesoras 'Polly' y 'Molly', ya advirtió entonces que, en el futuro, el mamífero ideal para 'fabricar' proteínas humanas podría ser la vaca, reconocida y explotada por nuestra especie desde hace milenios por su inigualable capacidad de dar leche. Investigadores de EEUU no tardarían en coger el relevo y crear bovinos genéticamente modificados para producir albúmina, una proteína que abunda en la sangre y se usa como tratamiento en quemaduras y heridas traumáticas.
Sin embargo, y al igual que ocurrió con otras ilusiones depositadas en la genética y sus derivados, no todo iba a ser tan rápido -ni tan sencillo- como algunos científicos pretendían y la prensa se apresuraba a reflejar. Aun así, se han producido importantes avances: de hecho, ya hay medicamentos aprobados en el mercado europeo que han sido purificados a partir de leche de mamíferos transgénicos, como conejos y cabras, mientras que en Argentina se han creado vacas productoras de insulina u hormona del crecimiento y en Nueva Zelanda se ha hecho lo propio con la mielina, una proteína relacionada con varias enfermedades del sistema nervioso, como la esclerosis múltiple.
En Corea de Sur, uno de los países pioneros en materia de clonación, se pretende desarrollar una vaca transgénica que 'fabrique' interleuquinas, proteínas que podrían usarse en terapias contra enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoide o el lupus, y que ya han logrado producirse a partir de ratones. Conseguirlo con las vacas sería mucho más rentable y haría viable un tratamiento que, de otro modo, tendría un coste astronómico. El problema es que las vacas son difíciles de clonar, y el gen que se les transfiere para que puedan dar proteínas humanas podría dañar su desarrollo normal. Por otra parte, quedan también comprobaciones que hacer en cuanto a la supuesta efectividad de las proteínas. Como tratamiento es prometedor, pero no hay nada seguro.
Begoña Roibas da Torre, investigadora natural de Lugo y contratada en la Universidad Nacional de Seúl, está inmersa en mitad de este complicado proceso que, con suerte y mucho trabajo, podría desembocar en nuevos medicamentos extraídos de leche de vaca. "Pienso que aún queda mucho camino por andar", aventura esta bioquímica y bióloga molecular, que lleva algo más de un año trabajando en el mismo departamento en el que se gestó el primer perro clonado del mundo. "Primero hay que probarlo a nivel celular y luego clonar la vaca. Queda mucho tiempo pero, si esto funciona, será una herramienta fantástica para la obtención de proteínas humanas", añade esta científica.
Lo primero que hay que constatar es si las vacas 'se van a dejar', es decir, si realmente tienen la capacidad de producir las sustancias que se buscan. Esta fase del estudio, que es la especialidad de la investigadora española, se realiza 'in vitro' en el laboratorio. "Tenemos una placa de células mamarias de vaca, las crecemos, las cultivamos y vemos si expresan la proteína humana que queremos o no", explica. Una vez que el proyecto se haya demostrado biológicamente factible, la otra clave del éxito dependerá de la eficacia médica de las interleuquinas. "Creemos que podrá ser, pero no estamos seguros. Todavía no se ha probado", indica Roibas da Torre.
El primer medicamento extraído mediante este procedimiento y que obtuvo la aprobación de las autoridades competentes, tanto en Europa como en Estados Unidos, fue el 'A Tryn', creado por la compañía GTC a partir de leche de cabras. Su principio activo es la antitrombina, una proteína relacionada con la coagulación de la sangre. De acuerdo con datos facilitados por la propia empresa, una sola cabra es capaz de generar esta molécula en cantidades equivalentes a las que podrían extraerse de 90.000 donaciones.
Otra terapia procedente de leche de mamíferos y que está disponible en el mercado es el Ruconest, cuyo principio activo se denomina 'conestat alfa' y se usa para combatir el angioedema hereditario, un trastorno que produce episodios de inflamación en distintas partes del cuerpo. Este compuesto está fabricado por la compañía holandesa Pharming y se purifica a partir de leche de conejos transgénicos, criados en una granja de ese país.
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